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Jesús Tepactepec: Dios (Crónica senequista de una tragedia)
CUARTA Y ÚLTIMA PARTE
“¿Crees tú que no va a suceder algo que sabes que puede pasar, que ves que le ha ocurrido a muchos?”
La respuesta de este cuestionamiento senequista es tan válida hoy como lo era el mismo viernes, cuando el dolor se sintió hondo e interminable.
Estaban equivocados quienes creyeron que su pueblo estaba excluido y era inmune al peligro de su tradición pirotécnica.
Pese a la resistencia a creerlo, no hubo error en la administración de la justicia divina, sólo una violación a las reglas de la precaución y la prudencia.
En el “Plan Diocesano de Pastoral 2009-2019”, se diagnosticó la falta de más integración de los laicos en la vida pastoral de la parroquia y en la toma de decisiones, a falta de compromiso para la formación en la fe inicial y permanente.
También, que los fieles asumen un comportamiento ritualista y de “sólo cumplir por cumplir”, abriendo espacio a una concepción deformada de Dios y de la Iglesia, al sincretismo, a la superstición, y a la falta de sentido de pertenencia a la parroquia, a la que ven únicamente como un lugar de servicios.
A manera de consuelo, las autoridades dijeron que no habría más quema de cohetes en las festividades del Padre Jesús.
Los moños negros y blancos marcaron los domicilios donde el mal uso de la pirotécnica arrancó vidas que prometían más años de compañía.
En la Plaza de la Constitución de la capital, el gobierno estatal izó la Bandera Nacional a media asta y declaró tres días de luto.
Un enfoque senequista del infausto suceso rezaría:
Aconteció una desgracia carente de significación moral que incorporó al destino de los muertos y los heridos un ingrediente azaroso que marcó el fin involuntario de su procesión, un viernes 15 de marzo, cuando sentir el frío propiciado por la baja presión del ambiente era estar vivo.